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Hay cientos de personas que se preguntan como pueden vivir su fe durante esos momentos duros y difíciles de la vida, cuando parece que nada sale bien. Muchos dicen que sería necesario un milagro para dar un giro a sus vidas, para que se salvara su matrimonio, para que tuvieran éxito en los negocios, para que sus hijos volvieran. Sin embargo es importante siempre tener dos cosas claras: Dios se dedica a los milagros y no existe ninguna fórmula mágica. No es un genio que viene a concedernos nuestros deseos. Si solo nos quedara un mes de vida, puede que tengamos la tentación de pedirle a Dios un milagro para que prolongue nuestra vida. Y si bien nuestras vidas están naturalmente en Sus manos, y es evidente que puede sanarnos físicamente, puede que el milagro que verdaderamente necesitemos tenga más que ver con las prioridades y relaciones.
Quizá buscamos en nuestra vida un milagro económico, físico o relacional. Los milagros no sólo son posibles, sino que son más habituales de lo que pensamos. Dios nos quiere y quiere influir en nuestras vidas. Lo difícil es recordar esto cuando llegamos a una encrucijada y tenemos que saber cómo responder. El gran teólogo Yogi Berra dijo en una ocasión: “Cuando llegues a una bifurcación en el camino, síguela”. No es una frase que nos ayude mucho. Ya sea que nos veamos enfrentando una pérdida dolorosa o necesitemos elegir entre dos buenas opciones, la única manera de vivir lo milagroso es avanzar en la dirección de Dios.
Si queremos que Dios obre un milagro en nuestra vida, tenemos que saber que hay dos calles de sentido único que tenemos que recorrer para que el milagro se produzca. La primera es reconocer nuestra necesidad. Si queremos que Dios esté presente en nuestra vida, tenemos que reconocer que lo necesitamos. Los milagros nunca ocurren hasta que reconocemos que es imposible resolver la situación sin Dios. Desde luego, detestamos admitir que tenemos problemas, y nos cuesta mucho más reconocer que no podemos solucionarlos solos. Preferimos ocultar nuestros problemas antes los demás, fingir que no existen o intentar enfrentarnos solos a ellos. Solemos quejarnos de ellos, pero eso no es lo mismo que mostrar nuestra vulnerabilidad por nuestra incapacidad de solucionar nuestros propios problemas. Aún así, Dios no puede intervenir en nuestra vida hasta que reconozcamos que Su intervención es esencial y lo invitemos a participar en la situación.
Podemos transformar un momento decisivo en un milagro con sólo recorrer dos calles de sentido único. La primera (reconocer nuestra necesidad) conduce a la segunda calle: dirigirse a Dios como el único que puede orientarte en la dirección correcta.
¿Dónde acudes cuando tienes un problema? ¿Llamas a la línea caliente de los adivinos o consultas tu horóscopo? Las personas tratan todo tipo de soluciones cuando tienen una necesidad y, al parecer, mientras más nos desesperamos, más desatinada es nuestra búsqueda de fuentes externas de ayuda. Sólo hay una fuente externa que puede proporcionarnos el milagro que necesitamos. Podemos acudir directamente a Dios, el único que tiene el poder, la sabiduría y el amor para velar por nuestros intereses.
"—Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, pero no para Dios; de hecho, para Dios todo es posible." Mateo 10:27
Piensa en una de tus grandes necesidades en este momento.
Ahora reconoce tu necesidad ante Dios y pídele que provea para tu necesidad
¿Qué tienes en tus manos que Dios puede usar para empezar el milagro?
Queremos saber acerca de lo que Dios está haciendo en tu vida, y como esta serie te esta ayudando a vivir apasionado, plenamente vivo y sin remordimientos. Por favor escríbenos si tienes un testimonio, idea, petición o solo para decir hola a
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